Capitulaciones del intelecto

Desde el momento en que cogí su libro me caí al suelo rodando de risa. Algún día espero leerlo.

Groucho Marx.

miércoles, septiembre 30, 2009

Seguimos de vacaciones

Pues eso, por si a alguien le interesa, seguimos de fiestuki y sin darle un palo al agua.

Eso sí, con buena música... más o menos. Ahí os dejo esto:



¿A que mola?

lunes, septiembre 14, 2009

Democracia cibernética, la pesadilla

Se veía venir. Para que conste en mi defensa, lo he estado advirtiendo durante una buena temporada: "Democracia cibernética", la novela, ya está aquí. A primeros de octubre comenzarán a distribuirse los ejemplares entre suscriptores de Espiral, librerías especializadas y algún local de mala nota. Es lo que tiene ser un escritor petardo, se llega a sitios inimaginables para los que son plumíferos de pro. Y Juanjo, editor de Espiral, no tiene culpa alguna de tal desaguisado. El pobre no sabe la clase de libro que ha engendrado en el seno de tan loable colección...

Comento todo esto porque ya han comenzado a llegarme las primeras críticas, y no de la novela (pues aún se está cociendo en la imprenta), pero sí de los vídeos promocionales que un servidor ha ido pergreñando con alevosía y nocturnidad. Ante todo debo decir que la propaganda No Tiene Nada Que Ver con el contenido de la obra. El libro es (o más bien pretende ser) serio y reflexivo, aunque con acción intensa Marca de la Casa (apaga y vámonos). En cambio, yo he diseñado (toma pegote) una publicidad jocosa y festiva para hacer la cosa más atractiva a un público cada vez más disperso (y no podéis imaginar lo disperso que está, más bien huye en desbandada). Hay que llamar la atención como sea, así que un poco de guasa debería ir bien.

Por supuesto soy consciente de que no a todo el mundo le gustará mi estilo publicitario, que rompe y rasga. Habrá quien envidie mi recia apostura y la nobleza de mi bello rostro ante la cámara, para ellos la solución radica en visitar a un buen oftalmólogo y tal vez pasar por cirugía correctora de la retina. Habrá quien se sienta airado ante mi varonil tono de voz y mi correcta dicción, problema sencillo de arreglar con una simple trompetilla. Habrá, en definitiva, quien no encuentre mi sentido del humor adecuado, tal vez porque su espíritu crítico se ha visto embrutecido con dosis masivas de cómicos nefandos como puedan ser los Monty Phyton o Les Luthiers. Mal asunto, les recomiendo visionar Obras Maestras del Séptimo Arte tipo "Los bingueros" y mirarse los chistes de Arévalo o las parodias de Los Morancos. ¡Eso sí es humor corrosivo! Al menos a mí me corroe cuando lo veo...

Lo cierto es que hoy en día lo mismo da que hayas escrito un churro si la propaganda es buena. No hay más que echar un vistazo al mercado editorial para percatarse de ello. Casi me atrevo a decir que existe una relación inevitable entre uno y otro concepto: a mayor calidad de promoción, menor calidad literaria. Aunque semejante regla de tres no se puede aplicar a la inversa, pues a menudo menor calidad literaria no presupone mayor calidad promocional. O sea que uno como lector-comprador se halla por completo desamparado, a merced de estímulos externos mientras trata de elegir una Buena Obra en la que gastarse los cuartos, todo para solaz de su mente inquieta.

Resumiendo, pues se hace tarde y está tronando. Lo mejor que podéis hacer es comprar "Democracia cibernética", caramba. Si no os gusta el libro siempre podéis estar satisfechos, porque de forma interna (y externa) podréis decir aquello de "no me han enredado, ya lo sabía yo, ese memo es incapaz de escribir correctamente ni tan siquiera su nombre, menudo coñazo de libro". Un triunfo para vuestro ego por tener tan buen ojo clínico. O bien podeís decir como decía alguno que yo me sé: "Lo he comprado porque me daba lástima, pobrecillo". Vamos, seréis una especie de ONG para escritores lerdos como el menda.

Pero también, por increíble que pueda parecer, existe una segunda hipótesis. Ya sé que es muy rebuscado y fantasioso, pero.... ¿y si el libro os gusta, eh, eh ,eh? ¿Y si os divierte o/y os hace pensar? ¡Toooma! A lo mejor la historia vale la pena y todo. Los expertos en probabilidades dicen que si ponemos a un número infinito de monos aporreando un teclado, alguno de ellos en algún momento llegará a escribir "Hamlet", aunque sólo sea por pura chiripa. ¿Y quién dice que yo con mi "Democracia cibernética" no pueda ser ese mono con chiripa que ha escrito un buen libro? ¿A que acojona? Ahí os quería yo ver.

Así que no seáis malos ni malas, os lo suplico. Comprad "Democracia cibernética", venga, ya, porfa.

Y si queréis, también podéis leerla. Total, ya puestos...

viernes, septiembre 11, 2009

La soledad del escritor

Lo que son las cosas, caramba. Aprovechando mi parón vacacional y a remolque de un comentario dejado en el blog por el estimado Herr Alfonso, docto y viajado como pocos, he vuelto a coger el libro La soledad de Charles Dickens, de Dan Simmons. Quienes posean dicha obra, o al menos la hayan visto en un escaparate (a veces pasa, los escaparatistas modelnos hasta ponen libros con tal de impactar en la clientela), esas personas sabrán el esfuerzo que semejante acto representa, dado el considerable grosor del volumen. Así pues, yo tenía la aviesa intención de desmenuzar tan insigne obra con pelos y señales, pero hete aquí que se me han adelantado...

Otro escritor ilustre, mi admirado Juan Carlos Planells, ha realizado en BOL una soberbia reseña de la obra, sin duda infinitamente mejor y más elaborada que cualquier opinión mía. Ante semejante maestría nada puedo añadir. Comparto plenamente los comentarios del maestro y remito a los interesados a leer su extraordinario juicio de valor. Como siempre, Planells trasciende la simple reseña para ahondar en cuestiones de mayor calado, conviertiendo su escrito en todo un artículo de opinión sobre el Arte de Escribir. Y ahí sí, en las disquisiciones filosóficas un servidor se atreve a opinar, que sobre decir burradas nadie me gana.

Estoy de acuerdo en la afirmación de Planells respecto a que esta obra es "una historia sobre cómo se escribe una novela... un libro para escritores más que para lectores". Ciertamente, sin negar que un lector pueda disfrutar mucho con ella, sin duda un escritor sabrá sacarle todo su jugo. Y es que ser escritor no resulta nada fácil. Palabra.

El ejemplo que para ello tengo más a mano (el libro en cuestión) me sirve para el caso. En la historia se reinterpreta los últimos años de Charles Dickens y también de Wilkie Collins. Dos grandes escritores, dos destinos en cierta medida dispares. Yo soy rarito, no descubro nada nuevo, así que a nadie le extrañará saber que ciertamente en mis parámetros de lectura he admirado más al segundo que al primero. Ya de jovencito me cautivó su novela La piedra lunar, sin duda el primer referente de calidad a esa cosa que luego se llamaría la novela policiaca (o de suspense), uno de mis géneros preferidos. Pero el tiempo sin duda ha tratado mejor a Dickens, mientras la obra de Collins ha caído a un segundo plano, cuando no en un lamentable olvido. Nada extraño, es lo que sucede con el 99 por ciento de los escritores, y tal vez soy optimista.

El título de la novela (La soledad de Charles Dickens) viene como anillo al dedo a mis reflexiones sobre el oficio de escritor. Curioso si tenemos en cuenta que la obra en realidad se titula Drood y que el cambio de título en versión castellana nos retrotrae a cierta moda olvidada, cuando las películas eran censuradas hasta en su nombre. Claro que a veces, como en la presente ocasión, el cambio puede favorecer. Recordemos por ejemplo la emblemática película Con la muerte en los talones, cuyo título original era el insípido North by Northwest. No hay color. Pero no nos desviemos del tema, que trata sobre los escritores y su obra.

El tiempo, ese disolvente universal más potente incluso que el agua, hace que los escritos de gente incluso Muy Famosa vayan desapareciendo de la memoria colectiva con relativa rapidez. Así que no hablemos de los Famosetes y los Desconocidos. Para poner un ejemplo, recuerdo cuando yo era más joven (tampoco hace taaanto, caramba) y alucinaba a amigos y conocidos al "confesar" que escribía ciencia ficción. ¿Ciencia ficción? ¡Ah! Pues yo he leído a Asimov, me decían de forma indefectible y para quedar bien.

Hoy en día casi resulta una proeza encontrar a alguien fuera del fandom que haya leído a Isaac Asimov, muchos ni siquiera saben quién es. El tiempo se lo ha llevado. Fiuuu. Se acabó. De igual modo Orson Scott Card ha pasado a un segundo plano, camino del olvido mientras se defiende guionizando cómics, quién se lo iba a decir cuando escribía sobre Ender. Y con las novelas famosas sucede lo mismo: Neuromante ha pasado de ser obra de culto a casi un chiste entre cuatro entendidos nerd. El propio Dan Simmons en la actualidad es más conocido por su libro El Terror que por el grandioso Hyperion. Así es la vida, y las toneladas de novedades sepultan todo lo anterior. Lo bueno tal vez resiste algo más, pero al final también queda oculto. Entonces sólo queda la esperanza de que hagan una película, aunque ésta también desaparecerá devorada por las contínuas novedades, cada vez más espectaculares.

Resumiendo, que el escritor cada vez está más solo. Ante su ordenador (o su papel en blanco si es de la Vieja Escuela), ante el público lector, cada vez más paupérrimo, y ante la memoria colectiva, cada vez más flaca e infiel, que le olvida casi en el acto. Pero no nos pongamos tristes, pues sarna con gusto no pica.

Queda para otro momento una disertación más profunda sobre la Literatura como Arte. No quiero dar demasiado la tabarra, pues hoy ya me he extendido en demasía. Nos leemos o nos olvidamos, lo que pase primero.