Capitulaciones del intelecto

Desde el momento en que cogí su libro me caí al suelo rodando de risa. Algún día espero leerlo.

Groucho Marx.

domingo, septiembre 21, 2014

Distopía eres tú.


¿Qué es distopía? --dices mientras clavas

en mi novela tu pupila azul.

¿Qué es distopía? ¿Y tú me lo preguntas?
Distopía... eres tú.
                     

  No nos engañemos, siempre ha sido así. El Infierno viaja con nosotros, se halla arraigado en nuestras propias mentes. No hay escapatoria, a pesar del anhelo de felicidad que nos impulsa. Por ello, muchas veces, nuestros sueños sobre mundos mejores acaban transformándose en auténticas pesadillas. 

  Hagamos un poco de historia. Suele aceptarse a Santo Tomás Moro (Thomas More para los puristas) como el inventor de la utopía. Un servidor prefiere remontarse algo más en el tiempo y darle tal crédito a los griegos, figuras como Platón y su aún imposible República.

  Pero todo ying tiene su yang. Desde antiguo surgió una reacción más pesimista a la forma utópica de ver el mundo. Contra la edulcoración que propugnaba la utopía se alzaron voces (escritos) de pensadores menos crédulos que advertían de los peligros que acechaban en el comportamiento humano. Así, por ejemplo Jonathan Swift en sus Viajes de Gulliver usó la sátira para burlarse de la Nueva Atlántida de Francis Bacon. 

  Y es que la distopía siempre ha sido un toque de atención hacia la credulidad humana. El futuro no tiene que ser necesariamente mejor; de hecho, ni siquiera tiene que ser. Desde los inicios de la ciencia ficción defienden semejante tesis escritores de gran talla como Julio Verne, tal vez quien navegue mejor entre las dos aguas de Utopía-Distopía, el abanderado del pesimismos socialista H. G. Welles, o el gran Jack London con su estremecedora El Talón de Hierro.

  Por supuesto, la época donde se vive influye mucho en el estado de ánimo del escritor y en su obra. Y en el interés de los lectores, todo hay que decirlo. No es de extrañar que en estos tiempos convulsos de Crisis Galopante la Distopía sea la reina del mercado. Incluso la RAE está estudiando incluir la palabra en su Diccionario. Los mundos distópicos nos invaden, siendo unos antítesis de otros.

  El futuro nos ha alcanzado. Las terribles sociedades que fabularon Orwell o Huxley, hoy en día han sido corregidas y aumentadas. El Gran Hermano o la sociedad fordiana, el Ministerio de la Verdad o el soma, todo ha sido superado con creces. El mundo actual puede ser incluso más terrorífico. Entonces, ¿qué nos espera al doblar la esquina y enfrentarnos al mañana?

  Hasta hace poco el mundo, literatura de ciencia-ficción incluida, se enfrentaba a dos grandes disyuntivas: Capitalismo o Comunismo. Ambos sistemas poseían y mostraban a la vez dos caras, una amable y otra aterradora. ¿Cuál saldría vencedora? Si revisamos el funcionamiento político que impera en la actualidad, a grandes rasgos, no podremos menos que sentir un enorme desasosiego. Ambos parecen haberse fagocitado mutuamente, engendrando un hijo que posee todos los defectos de sus progenitores.

  Tras la caída del comunismo ahora mucha gente cree que el capitalismo está igualmente agotado, herido de muerte. Cierto, pero en su lugar está surgiendo algo peor: un comunismo mercantilista, un capitalismo autoritario. En política un bi-partidismo ficticio, el clásico "poli bueno, poli malo", muestra su vasallaje a los poderes fácticos. En economía. un puñado de grandes empresas que controlan el mercado mundial y hacen saltar gobiernos, recortan avances sociales, evaden impuestos. Hoy en día el mundo "globalizado" galopa sin freno hacia una meta incierta, oscura y peligrosa.

  ¿Y en Literatura? Bien, gracias. Hemos superado al gran Bradbury y su mítica Fahrenheit 451. Ciertamente, no se queman los libros. ¿Para qué? Ya no se leen, se desprecian de forma olímpica. O cuando llegan a leerse muchas veces (no todas) son light, como las bebidas muy edulcoradas. La distopía que más se vende en la actualidad es la juvenil. Novelas casi clónicas donde chicos y chicas guapos, sanos y fuertes corren, saltan, nadan y luchan en decorados de cartón-piedra. El premio, al final, es una vida extra. Y vuelta a empezar. Sin discurso de fondo.

  ¿Dónde están las auténticas distopías? Obras que, tal vez de forma pesimista, puede que en tono sarcástico, nos muestren un camino incorrecto por el cual debemos evitar adentrarnos. Obras que intenten hacernos pensar, reflexionar sobre el mundo donde vivimos y las consecuencias de lo que hacemos... o de lo que dejamos de hacer. Los escritores han de sacudir conciencias, o al menos intentarlo.

  Y esos escritores existen, sólo hay que buscarlos.

  Eso sí, mientras tanto, se puede leer mi nueva novela. De hecho, "A vuestras mentes dispersas" tiene algo de distopía. Buena o mala, eso lo han de decidir los lectores.

  En Octubre saldremos de dudas.

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